30 abril 2012

Para mi mamá

Después de casi 20 días, hoy se va mi mamá. Se devuelve para su ciudad, a su casa, a la casa donde crecí, la que será mi casa de toda la vida. Y hoy, al verla partir, me siento como cuando era niña y ella se ausentaba por un tiempo: triste y nostálgica, con un vacío inmenso. Es una sentimiento que siempre aparece, claro y nítido, en cada despedida. Un sentimiento que me devuelve al pasado y, que es aún más fuerte, desde que me convertí en mamá. 

Y es que desde que vivo en carne propia el amor incondicional que se siente por un hijo, la entiendo más, la comprendo más, la considero más. No me imagino lo que debió sufrir cuando con un mes de nacida tuve que ser hospitalizada con un problema cardiapulmonar. Y las noches en vela que pasó cuando con 16 años me fui a vivir a otra ciudad. Sé con certeza que debió ser durísimo para ella verme llorar con el corazón roto y también estoy segura de que su corazón ha explotado de alegría con cada unos de mis triunfos y momentos de felicidad.

Tenerla estos días solo para mi y para Sara fue un regalo inmenso. Cada día desayunábamos juntas, charlábamos de mi día, de su cirugía, de Sara. Cuando llegaba del trabajo la encontraba maravillada por la energía de Sara y a Sara extasiada en su abuela. Verlas a las dos tan compenetradas, pasando tiempo juntas, llenándose de amor, reconociéndose, disfrutando mutuamente de abrazos, sonrisas y cariños sin medida, ha sido maravilloso para todos.

Me entristece que mi mamá se vaya. Pero en medio de esa tristeza me siento feliz de tenerla, inmensamente orgullosa de ella, de su alegría, de su positivismo, de su capacidad de trabajo, de su amor, de su apoyo incondicional, de su empatía, de su poder, de la mujer que ha logrado ser, capaz de reinventarse y salir adelante, de la abuela que es para Sara, de la mamá que es para mi y para mis hermanos.

Te quiero montones Mami, y me siento muy feliz y afortunada de ser tu hija.


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26 abril 2012

Un auténtico tormento

Sara nunca había tenido problemas para ir al baño. Pero desde que comencé a trabajar, la historia ha sido otra bien distinta. Ahora cada vez que tiene "pepe", como ella lo llama, comienza una evidente incomodidad y molestia. Se agarra el pañal y camina casi llorando por toda la casa, hasta que finalmente puede hacer y se calma.

Es evidente que su alimentación ha cambiado bastante y ese es el origen principal del problema. Continua tomando leche materna pero como no estoy todo el día en casa, esta comiendo mucho más como una niña grande. Le encanta el queso, el pan y la zanahoria. Siente una devoción extraña por las aceitunas verdes y no perdona una habichuela. Todos los días almuerza arroz, carne y ensalada. Y a la media tarde come papilla o yogurth con galletas. Eso si, antes de salir en la mañana, al medio día cuando voy a almorzar y en la noche a penas llegó, se prende de la teta todo el tiempo que desea. 

Analizo y no me parece que este comiendo des-balanceado, sin embargo, toda esa comida que antes no comía ha afectado su digestión y ya no le resulta tan fácil ir al baño. Apenas se presentó el 1er episodio de estreñimiento, le dimos un laxante durante unos días, por recomendación del pediatra, y se reguló bastante. Pero la realidad es que ha pasado de hacer "pepe" 2 o 3 veces al día sin ningún problema, a durar días enteros sin hacer nada y a episodios diarios de llanto cada vez que le dan ganas. Hemos tratado de que coma más frutas pero, aunque cuando tenía 10 o 12 meses le encantaba el mango y la ciruela, ahora no le llaman la atención para nada. 

Me parte el alma verla así y ya no sé que más hacer. Me pregunto si todo el tema no tendrá un componente emocional por la separación, que manifiesta con el estreñimiento. Esta semana voy a intentar ir modificando mucho más su dieta a ver si mejora, pero me encantaría saber si alguna ha pasado por algo parecido con sus peques y como han podido solucionarlo. Me preocupa que sufra desde tan pequeña de estreñimiento, así que estoy dispuesta a encontrar la manera de resolverlo para que cada "pepe" de Sara deje de ser un autentico tormento.

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23 abril 2012

Mi experiencia con la extracción de leche materna

Se podría decir que soy una "madre experimentada" no solo en lactancia sino también en extracción de leche materna. De hecho comencé a extraerme leche de mis pechos y a almacenarla para Sara, casi desde el 1er día. Al principio, estaba un poco obsesionada por que mi pequeña tuviera una reserva lo suficientemente alta para alimentarse de mi leche, si yo tenía que salir, volver al trabajo, viajar o algo parecido. Con el tiempo paso a ser, más bien, mi manera de evitar sufrir de una temida y dolorosa mastitis

Con los meses, era tanta la leche que me había extraído que llego el día en que la nevera estaba repleta de bolsitas blancas debidamente marcadas y selladas. Hasta que comprendí que era matemáticamente imposible seguir aumentando las reservas, no solo porque ya no había más espacio en refrigerador sino por que Sara nunca alcanzaría a tomarse esa cantidad de leche. Desde ese momento, aunque continué con la rutina diaria de extracción, no la almacené más. Sara tenía disponible siempre un tetero con leche extraída del mismo día, por si yo tenía que salir. Pero la realidad era que prácticamente nunca se la tomaba por que, evidentemente, prefería tomar la leche en su envase original. 

Creo que mi rutina de extracción duró, más o menos, 14 o 15 meses. Luego, buscando y leyendo en internet, entendí que la extracción, más que evitarme la mastitis, había contribuido enormemente a incrementar mi producción de leche materna. De hecho, Sara mamaba a demanda y yo, además me extraía una o dos veces en el día un promedio de 12 oz. Era impresionante. Creo que en esa época hubiera podido alimentar a trillizos son ningún problema.

Un buen día, cuando por fin perdí el miedo a la mastitis y me canse del extractor, decidí que no tenía mucho sentido seguir haciéndolo. Sara era una bebé grande que seguía tomando mucha leche materna pero que también comenzaba a comer consistentemente otros alimentos. Yo estaba más que tranquila con respecto a mi capacidad de alimentar a mi bebé y necesitaba dejar de producir montones de leche sin ningún fin. Así que un buen día la extracción termino. Y aunque al principio mis pechos se congestionaron un poco y he sufrido dos o tres conatos de obstrucción del conducto mamario, la mastitis nunca apareció y, con el paso del tiempo, mi cuerpo se auto reguló y comenzó a producir solo lo que Sara necesitaba, sin ningún tipo de inconvenientes.

En resumidas cuentas creo que la extracción de leche materna es un recurso muy valioso del cuál las madres podemos echar mano hoy en día para ayudarnos a mantener y perpetuaran la lactancia tanto como deseemos, principalmente si somos madres de múltiples o hemos vuelto al trabajo. Yo la recomiendo 100%, sin importar cual sea el motivo por el cual recurramos a ella. Si desean conocer detalles sobre las diferentes técnicas de extracción, tipos de extractores y correcto almacenamiento y administración de la leche almacenada les recomiendo visitar Alba Lactancia Materna.

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19 abril 2012

Solo Sara

Debido a un proyectico nuevo que tengo entre manos y que espero compartir pronto con ustedes, comencé a buscar entre mis toneladas de archivo fotográfico una foto mía, reciente, donde estuviera sola. Esta tarea, que parecía tan sencilla se convirtió en "misión imposible" ya que simplemente no existe tal foto. La última fotografía que tengo, en la que estoy sola, creo que debe ser de hace como 3 años largos. Todas las fotos recientes que tengo son con Sara, y no crean que son muchas, de hecho creo que no alcanzan ni siquiera a ser una docena. 

Recuerdo que, en una época no tan lejana, la situación era totalmente opuesta. Antes de quedar embarazada lo normal era que tuviera mil fotos mías, recién salidas de la cámara o el celular, de donde podía escoger. Solo si miraba mi perfil de facebook podía encontrar montones. Ahora únicamente tengo fotos de Sara en todas las versiones: sola, conmigo, con papá, con la tía, con los abuelitos y así ... solo fotos de Sara. Y este hecho, aparentemente carente de importancia y significado me ha hecho reflexionar, una vez más, en lo mucho que he cambiado desde que soy mamá. O más bien en lo diferente que es mi perspectiva de la vida y de las cosas.


Si miro hacia atrás, mis días antes de Sara, me son casi incomprensibles. Me cuesta entender como creía estar completa cuando me faltaba ella. Me veo en retrospectiva y claramente el centro de mi vida era únicamente yo. Yo era la protagonista de esta historia en primerísima primera persona. Me, myself and I en su máxima expresión. 

Ahora me cuesta montones pensar de esa manera. Mi computadora llena de fotos de mi pequeña es una de las tantas evidencias de que he dejado de ser el centro de mi propia vida. El teleobjetivo ha dado la vuelta. La perspectiva de la toma ha virado 180 grados. Ahora mi interés está fuera de mi y camina, habla, crece, me da besos y me sorprende todos los días. Eso no quiere decir que no tenga claro que cada una es una persona independiente y que yo solo soy el copiloto de su vida, la persona que va a estar allí, siempre a su lado, para ayudarla a actuar correctamente y a tomar las mejores decisiones. Simplemente por ahora, y tal vez por muchísimo tiempo -quizás la vida entera-, mi pensamiento, esfuerzos y preocupaciones reales tienen que ver solo con ella. Con su seguridad, su bienestar y su felicidad. El resto de las cosas ya no son ni tan graves, ni tan importantes. Y el hecho de que ya no me interese tomarme fotos a cada rato o salir en las pocas que tengo regia y "perfecta", evidencia que he madurado y que todos los días, al igual que Sara, estoy creciendo a su lado. 

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16 abril 2012

Criar, responsabilidad de mamá y papá

Ayer, en medio de una charla de mujeres con mis tías y mi mamá, caí en cuenta una vez más de lo obvio: históricamente la crianza ha sido un tema exclusivo de mujeres. Es evidente que a través del tiempo la responsabilidad de atender y educar a los niños siempre ha sido del genero femenino. Estas labores erróneamente subvaloradas, no han sido cuestión de caballeros. Usualmente, el compromiso del padre es ser el proveedor. Las tareas de cuidar, alimentar, cambiar pañales, jugar, educar, enseñar a los niños, más las labores de la casa, se dan por entendido como tareas de la mamá. En muy pocas familias, (de hecho podría contar con los dedos de las manos las que conozco que funcionan así) la crianza y atención de los hijos es una labor y un compromiso de familia, compartido entre ambos padres. Lo pienso y analizo y solo puedo llegar a la conclusión de que eso esta mal.

Criar es responsabilidad de papá y mamá. O más bien debería ser responsabilidad de la pareja, no únicamente de la madre. Y aunque es claro que las cosas con el tiempo han ido cambiando y muchos padres, hoy en día, ayudan con los niños y la casa, creo que aún son muy pocos. Como familias, como hombres y mujeres, tenemos mucho camino por recorrer en este tema. Principalmente haciendo consciencia, ya que lograr esta dinámica en el hogar es una labor realmente difícil por la historia que llevamos a cuestas. 

Todos tenemos grabado en nuestra mente lo que vimos en casa. Y, la verdad es que la mayoría fuimos criados por nuestras mamás, con una relación muy fuerte con ellas, viendo un padre trabajador pero, por lo general, distante y lejano, con el que compartimos mas bien poco. Entonces, inconscientemente este es nuestro modelo a seguir, nuestra tendencia es repetir la historia. Y de repente, aunque de dientes para afuera decimos y pensamos que queremos ser diferentes, nos sorprendemos siguiendo estos patrones de conducta porque, simplemente, los tenemos aprendidos y no sabemos que más hacer. Desconocemos como comportarnos de manera diferente: hemos sido criados para asumir estos roles y, la mayoría de las veces, no sabemos como cambiarlos. Y este no es un tema solo de los hombres. Es claro que la mayoría no han sido educados para asumir este rol de cuidador amoroso y sensible, sin embargo, también es cierto que nosotras, aunque nos quejamos cuando ellos no se involucran, cuando lo hacen, a veces no sabemos como manejar a un esposo que toma partido, que nos cambia la forma de hacer las cosas, que nos cuestiona.  

Por eso no me canso de ver y alabar a las familias que logran este difícil equilibrio. Me encanta ver a estos padres que de manera natural asumen las tareas de la crianza a la par con su esposa. Hombres que leen cuentos, enfrentan berrinches, cambian pañales, hacen trenzas, maquillan, preparan comida, juegan a las muñecas, tienden camas y preparan papillas hasta mejor que sus esposas. Padres que prefieren jugar con sus hijos a verse con sus amigos, que no ven la hora de llegar a casa, que hacen mercado y reciben a los niños del colegio, que diseñan disfraces, pancartas y organizan cumpleaños y fiestas de pijama. La mayoría de las veces miro a su alrededor y veo una madre igual de feliz y comprometida, unos niños seguros y alegres, una familia real en todo el sentido de la palabra, una familia compenetrada y feliz.  Criar es una labor que se debe hacer en pareja, no solo por que las madres necesitamos ayuda y apoyo en el tema sino por que es un asunto primordial para los niños, para el bienestar y futuro de la familia, y en últimas, de la sociedad en la que vivimos.

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12 abril 2012

Nuestra historia más divertida

Tu historia Mas Divertida


Tu historia Más Divertida desde que te convertiste en mamá es un carnaval de Blogs que propone Una Mamá Feliz para poder contar esas anécdotas, experiencias e historias que hoy nos sacan una sonrisa al recordarlas.


Recuerdo que Sara solo tenía 2 o 3 meses. Y nosotros estábamos felices pero hechos trapo. Como cualquier bebé recién nacido, ella vivía prendida de la teta, y dormía tandas de 2 o 3 horas de día y de noche. Yo dormía y vivía a su ritmo. Mi esposo en el día trabajaba y en la noche trababa de acompañarnos y seguirnos el paso en la rutina. Sara se dormía tipo 7:00 p.m. y se levantaba primero a las 10:00 p.m., luego a la 1:00 a.m., más tarde a las 4:00 a.m, y finalmente, a las 6:00 o 7:00 a.m. La noche era una jornada maratónica donde las despertadas de la madrugada, para darle de comer y cambiarla de pañal, eran casi una tortura. 

Una noche en la despertada de la 1:00 a.m o 2:00 a.m., después de darle de comer, la revisé y me dí cuenta  que tenía el pañal totalmente sucio. Yo, medio dormida, le pedí ayuda a mi esposo. Él se levantó, busco el tapete plástico para proteger la cama, los pañales, lo pañitos, un body y otra pijama (la gracias fue tal, que había que cambiarla completica). Prendimos la luz y acomodamos todo en la cama para comenzar el operativo. Le quitamos toda la ropa, la limpiamos, la vestimos de nuevo y cuando estábamos a punto de cerrar el pañal limpio, oímos un ruido extraño y, sin tiempo para reaccionar, una lluvia pestilente nos tomo por sorpresa. Como una granada salió popó disparado para todos lados, ensuciando sábanas, cobijas, paredes y, por supuesto, también a nosotros. Hubo un segundo de silencio, sorpresa y sobresalto, pero al segundo siguiente estallamos de la risa. Creo que duramos más de 10 minutos riéndonos sin poder parar, mientras nosotros y el cuarto entero apestaba. ¿Que más podíamos hacer cuando estábamos todos sucios y olorosos a las 3 de la mañana?


Sara, después de haber hecho semejante obra de arte, seguía dormida plácidamente como si nada. O más bien perfectamente tranquila por que ya se había deshecho de lo que le estorbaba. Cuando pudimos parar de reirnos, apestosos y totalmente despiertos, la terminamos de cambiar y la acostamos en su moisés, que increíblemente se salvo de ensuciarse de puro milagro. Mientras ella descansaba, nosotros nos dedicamos a arreglar semejante desastre. Cuando por fin terminamos de limpiar paredes, cambiar cobijas, bañarnos y echar a la lavadora sábanas y pijamas, eran casi las 4 de la mañana y, ¿adivinen que? la princesa se volvía a despertar.


Esa noche aprendimos 3 lecciones importantes:
1. Nunca dejes a un bebé recién nacido sin pañal, ni siquiera un segundo. Menos si solo toma leche materna.
2. Ante ruidos extraños, corre a la trinchera más cercana y cúbrete.
3. La ma/paternidad puede ser de todo, menos aburrida.

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09 abril 2012

Buen balance

Hace un año para estas fechas estaba terriblemente agotada. Los días de descanso de semana santa habían sido una autentica prueba de resistencia física y emocional. Hoy el balance es bastante diferente. Hemos disfrutado de 4 días en familia casi perfectos: salimos de paseo, fuimos al parque, vimos películas, nos dormimos temprano y tratamos de levantarnos tarde, visitamos amigos y familiares, y tuvimos uno que otro almuerzo en absoluta tranquilidad. Lo cierto es que los momentos de estrés fueron mínimos, y pudimos disfrutar de cada segundo juntos, los tres, con planes para la pequeña y planes para nosotros, sin carreras, sin expectativas demasiado altas, viendo transcurrir los días con tranquilidad, a nuestro ritmo, al ritmo de Sara, sin presiones y felices. ¡Que distinto de la semana santa pasada!

Si reviso, la situación sigue siendo muy parecida a la de hace una año, pero en definitiva nuestra actitud frente a muchas cosas ha cambiado, y eso, sin duda, es lo que ha hecho la diferencia. Nos hemos convertidos en unos padres más tranquilos y seguros, y tenemos nuestros roles y rutinas definidos y asumidos. Mi esposo ya no teme quedarse solo con Sara. Y yo no temo salir porque sé que los dos la pasan fenomenal juntos. Esto nos ha permitido reconquistar espacios de cada uno por separado, para ir al gimnasio, hacer una vuelta o salir a tomarse un café con algún amigo. Pero también hemos aprendido a disfrutar de nuestro tiempo juntos, como una familia de tres. Parecerá un poco extraño lo que digo pero lo cierto es que llevábamos mucho tiempo siendo solo dos y la llegada de un tercero implico un proceso de re-acomodación en toda nuestra vida, en nuestros días, en nuestras noches, en nuestra visión como pareja y en nuestra manera de vivir la vida juntos, ahora con una bebé. 

Por otra parte, también Sara ha crecido y, aunque sigue siendo igual de demandante y activa, ya es una personita con gustos bastante definidos, que se comunica, que comprende, que comparte con nosotros, que nos llena de besos y abrazos mil veces al día, y a la que conocemos y sabemos muy bien como atender y manejar. Los bebés son hermosos pero para nadie es un secreto que no pueden expresarnos sus cariño y amor con tanta claridad como un niño mayor, lo que muchas veces hace la labor de cuidarlos y atenderlos más difícil y hasta frustrante, ya que no vemos una recompensa palpable de nuestro trabajo. Con 20 meses, Sara ríe, habla en su media lengua, nos da besos, abrazos, baila, zapatea y hace cada cosa que nos llena de felicidad, de satisfacción y nos hace olvidar de inmediato el cansancio y el agotamiento. 

También siento que yo misma he comenzado a ver todo con nuevos ojos. Volver al trabajo me ha hecho centrarme más en disfrutar de mi hija y de mi esposo cuando estamos juntos, sin poner tanta atención en cosas que antes me mortificaban y preocupaban. El tiempo sigue siendo apretado, de hecho ahora es más escaso que nunca. Pero, tal vez por eso mismo, trato de afrontar los momentos difíciles con tranquilidad y hasta con humor. Siendo como soy, a veces me cuesta relajarme y deconectarme. De hecho me he descubierto a punto de armar una tormenta en un vaso de agua cuando no vale la pena, simplemente porque estoy estresada o molesta por una pequeñez. Entonces, la mayoría de las veces, respiro, sonrío y sigo adelante, convencida de que lo más importante es disfrutar del momento, sin fijarme si el cuarto esta desordenado, o si no alcance a ir a la peluquería, o si Sara regó la papilla, o si se nos hizo tarde. Al final, todo pasa a un 2do plano, si tengo claro que lo importante es disfrutarnos mutuamente, ahora, en este momento. 

En conclusión, hoy les puedo decir, que estos fueron unos buenos días, con tiempo para mi, para mi hija, para mi esposo, para los amigos, para mi tribu, con muchas risas, comida deliciosa, abrazos, buena compañía, descanso, relax, cero prisas, mucho disfrute. Hoy les puedo decir, lo que hace un año no pude: esta fue una feliz semana santa.
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05 abril 2012

Auxilio, bebé a bordo

Definitivamente salir con Sara en el carro es cada vez es más difícil. Ella odia la silla de seguridad. O más bien odia que la tengan amarrada sin poder moverse durante tanto tiempo. Como ya saben nunca se queda quieta, es todo un "gusarapito" como le dice su papá. Por eso, aunque entiendo lo que siente, trato de que  comprenda que es lo mejor, que es por su seguridad. Entonces, le explico, le canto, le juego, pero el llanto comienza inmediatamente, al igual que mi sufrimiento. Lo confiezo: para mi es totalmente insoportable verla llorar y gritar, mientras me tira los brazos para que la saque. Por eso, hago lo que sea necesario para que se sienta tranquila y cómoda sentada allí, pero nada ha dado resultado. Aún no he podido lograr que cada salida en el carro deje de ser un drama familiar.

Lo peor de todo es que, la mayoría de la veces, no aguanto más y termino sacándola aunque sé que no es lo correcto, que llevarla en mis piernas es demasiado peligroso, que este es, realmente, un tema de vida o muerte. Y como era de esperarse, al instante siguiente, aparece la culpa y me siento fatal. Y reflexiono, de manera racional, y me repito a mi misma una y otra vez, que pase lo que pase, no lo haré más. Que así grite y llore no la sacaré de la silla. Pero, simplemente, no lo logro. Trato de hacer de tripas corazón, trato de consolarla al máximo posible pero simplemente no se consuela, no se rinde, y yo no lo soporto. Me vence. Es toda una luchadora, saca su carácter y, cada vez con más fuerza, protesta, mientras toda la escena es puro sufrimiento para las dos.

Al principio pensé que era cuestión de tiempo, cosa de costumbre. Que si siempre la ponía en la silla, llegaría el día que se acostumbraría. Pero no pasa. Es más, tengo la sensación de que a medida que crece es mucho peor. ¿Que hago? Por supuesto, mi esposo me dice que la ignore, que no le ponga tanta atención, que me hace falta carácter con ella, que la dejo salirse siempre con la suya, en fin. Y en medio del llanto de ella y la desesperación que me da, alcanzo a pensar que tal vez si tenga razón. Más aún cuando sé que si va solo con Sara en el carro, mágicamente se queda quieta y tranquila en su silla. Con él no hay llanto, ni berrinche, ni suplicas. Entonces, ¿qué?, ¿acaso el tema soy yo? De pronto si. A lo mejor la del problema soy yo, mucho más que ella. Soy consciente que nuestra relación como madre e hija es diferente a la que tiene con su padre. Ni mejor, ni peor, simplemente distinta. Siento nuestra conexión y nuestro vínculo, fuerte y estrecho. Y a veces pienso que todo este tema de la silla nos juega una muy mala pasada por el simple hecho de que deseamos, sin medida, estar siempre pegaditas, juntas, muy juntas. Sentimos un deseo inminente la una de la otra y claro, ¿qué va a preferir ella, ir sentada en el regazo de su madre, sintiendo su olor, con la teta a la mano, o estar sentada en la hermosa y acolchada silla del carro? Creo que la respuesta es obvia. Sin embargo, tengo que encontrar la manera de que poco a poco  comprenda que debe ir sentada ahí. Pero ya el tema me tiene un poco agota y no se que más hacer, ni que más inventar para manejarlo. Tengo claro que este es un asunto muy delicado con el cual no podemos jugar por que las consecuencias podrían ser realmente nefastas. Por ahora, sigo intentando, llevo juguetes, canto rondas, cuento historias, la abrazo, la beso, le hablo, he intento con todas mis fuerzas soportarlo todo y no sacarla, esperando llegar pronto a nuestro destino, para bajarla del carro y que la tortura acabe.

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02 abril 2012

Parar de pensar

Hoy me levante preocupada. Y más o menos a media tarde, caí en cuenta que me dolía un poco la cabeza, que no tenía mucha hambre y que no había dormido bien. No sé en que momento del día de ayer comencé a pensar y a pensar y no pude parar. De pronto, me descubrí haciendo elucubraciones, armando planes, persiguiendo fantasmas, exorcizando miedos. Meditando en posibilidades imposibles, o tal vez, bastante probables. Imaginándome días que no han llegado, y que en el fondo se que llegaran. Viendo, sin ver, como la lluvia cae sobre el asfalto mojando todo, mientras mi cabeza esta recordando, solo recordando.

Y me descubro impaciente, irritable, con una desazón que no entiendo, añorando una lista interminable de cosas, con miedo a perderme, a desperdiciar la felicidad que me rodea pero que, por alguna extraña razón, no alcanzo a sentir. Es raro, muy raro.. tal vez es el síndrome de domingo por la tarde, cuando después de un par de días de estar a tus anchas no quieres volver a la realidad... si la realidad. Y entonces recuerdo que se supone que todo esto tiene que ser divertido, que este paquete que se llama vida, que ser mamá, esposa, mujer, profesional, que ser yo, sencillamente, debería ser fácil y divertido. Y sin razón aparente me rió, por que "se dice de mí" que puedo manejar los cambios, que las transiciones me son naturales (según mi curriculum vitae), que pasar de una situación X a una Y es pan comido...y me río otra vez, por que la tinta y el papel aguantan todo, pero la realidad es otra.

Y regresan las preguntas y todo da vueltas en mi cabeza. Siento dentro un martillo hidráulico que lo destruye todo: ¿qué fue lo que hice?, ¿cómo fue que corrí hacia la salida cuando lo único que deseaba era estar adentro?, ¿por qué volví a vender mi tiempo, mis horas, mi tranquilidad, mi estómago al mejor postor? ¿por qué se supone que mi vida tiene que ser como la del resto, cuando yo ya descubrí que lo que me hace feliz va en el sentido opuesto?, ¿por qué no soy capaz?, ¿por qué me falta valor para hacer de mis días los días que deseo?, ¿o será más bien que le huyo a la responsabilidad?, ¿será que tengo que aprender a aceptar que la realidad es la realidad y no hay nada más?

Dicen que para convertir en hábito una acción, solo tienes que repetirlo decididamente durante 21 días, y listo. Sin embargo, creo que, poco o nada, aplica esta regla para mi nueva rutina. Ya han pasado 30 días y aún no hay hábito, ni deseo, ni disfrute completo. Es cierto que la angustia del principio se ha disipado dándole pasó a una tranquilidad que alcanzo a saborear, sin embargo, no puedo dejar de pensar, y sigo pensando que si ya conocí mi manera de sentirme plena y feliz, ¿por qué desperdiciarlo?, ¿qué más busco?, ¿por qué no me dedico a ello, lo disfruto y lo saco adelante, en lugar de perder el tiempo en lo que por experiencia conozco y no me ha llenado nunca realmente?, ¿qué pasa conmigo?, ¿habré pescado algún virus mental o simplemente habré enloquecido? El hecho es que pienso y pienso, sobre esto y aquello y no puedo parar de pensar.

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