Hace días que no escribo. No porque no tenga muchas cosas que decir. Más bien es por que los días se atiborran unos sobre otros y se me escapan. Prometo estar más, como antes, 2 veces por semana. Porque me hace falta, porque me gusta, porque lo necesito. Por ahora, solo les quiero contar que tuve mi primer paseo en tren. El primero mío y el primero de mi hija. Para nosotras fue la experiencia de la vida. Un viaje pausado, donde no hay nada mejor que hacer que contemplar a través de la ventana la ciudad, el campo, los contrastes. Detallando el ruido de una locomotora vieja que inunda el espacio con su chillido incesante. Identificando el olor a carbón, el hollín en las ventanas, sonriendo con los músicos y la señora que vende empanadas, chocolate y tamal. Es una tristeza que no exista en nuestro país un sistema de trenes que nos lleven de un lado a otro por toda la geografía nacional, conociendo y disfrutando, de paso, de lo bello que es Colombia. Estas son mis memorias de nuestro paseo en "El tren de la Sabana", feliz y segura de que en el futuro nos esperan muchos más paseos como éste.