Llevar a mi hija al jardín esta dentro de mis momentos preferidos del día. Algunas veces vamos en carro, y aprovechamos los 5 minutos que demora el trayecto para hablar del sol que hace en la mañana, de que me ama y la amo mucho, de la canción que suena en la radio. A veces, simplemente miramos por la ventana, y nos dedicamos a cantar.
Otros días -como hoy- vamos caminando, y el recorrido de 4 cuadras es una aventura sin límite para ella. Sale a la calle, con su moral a cuestas y los ojos le brillan, le brillan con la expectativa de quien comienza el mejor de los viajes. Y en ese recorrido, Sara camina sola, camina de mi mano, sonríe y se maravilla. Es como si viera algo que nadie más alcanza a percibir o a notar. Su rostro se ilumina, y yo me lleno de su luz, me alimento de su energía.
Camino al jardín nos encontramos en una dinámica de dar y recibir, de dejar ser, de disfrutar y de disfrutarnos. Y mientras, ella despliega su inmensa capacidad de asombro. Me encanta ver como para Sara todo es un nuevo descubrimiento: piedras, pasto, flores, gente, perros, cielo, luz, sombras, lluvia...todo sin excepción la atrae como un imán, no importa si es la 1er vez que lo ve, o si es algo que conoce desde hace muchísimo tiempo. Disfruta cada paso, brinca, corre y grita a todo pulmón: "soy la más veloz". Se siente libre e independiente. Y me dice: "mamá, yo solita", y esa sencilla frase se convierte en la prueba palpable de lo crecida que está, de lo grande que hace cada segundo. Y de repente el momento se torna agridulce, y siento que nuestros días se nos escurren entre las manos. Y trato de desechar ese sentimiento y de vivir este presente, este momento.Y yo, la disfruto y sonrío, con una sonrisa que me recorre el cuerpo y se deposita en mi alma. Y la guío, la observo, la vivo lo más que puedo. Tratando de que la prisa no me distraiga, y que el día que me espera no empiece antes de tiempo.
Camino al jardín nos encontramos en una dinámica de dar y recibir, de dejar ser, de disfrutar y de disfrutarnos. Y mientras, ella despliega su inmensa capacidad de asombro. Me encanta ver como para Sara todo es un nuevo descubrimiento: piedras, pasto, flores, gente, perros, cielo, luz, sombras, lluvia...todo sin excepción la atrae como un imán, no importa si es la 1er vez que lo ve, o si es algo que conoce desde hace muchísimo tiempo. Disfruta cada paso, brinca, corre y grita a todo pulmón: "soy la más veloz". Se siente libre e independiente. Y me dice: "mamá, yo solita", y esa sencilla frase se convierte en la prueba palpable de lo crecida que está, de lo grande que hace cada segundo. Y de repente el momento se torna agridulce, y siento que nuestros días se nos escurren entre las manos. Y trato de desechar ese sentimiento y de vivir este presente, este momento.Y yo, la disfruto y sonrío, con una sonrisa que me recorre el cuerpo y se deposita en mi alma. Y la guío, la observo, la vivo lo más que puedo. Tratando de que la prisa no me distraiga, y que el día que me espera no empiece antes de tiempo.