La presión me está enloqueciendo. Por mucho que trato de ignorarla, ella parece ser más fuerte que yo y, sinceramente, ya no la soporto. Me persigue día y noche, sin darme 5 minutos de tregua. Y yo la esquivo sin suerte, tropezándomela de frente, en forma de "y, ¿cuándo la van a educar para que vaya al baño?", "¿y hasta cuándo la teta?", "¿ y, aún duerme con ustedes?", y me cuesta sonreír, ignorar, explicar, justificar lo injustificable, entender.
Tal vez "entender" es lo que más difícil se me hace. Por que no me cabe en la cabeza este afán que le cae al mundo entero porque los niños crezcan a destiempo, por someterlos a la voluntad egoísta de los adultos, convencidos de que es lo mejor para ellos, sin cuestionarse, sin tratar de empatizar, sin la más mínima gana de dejarlos ser, considerando sus tiempos, dejando que se descubran así mismos, tratando de meterlos en un molde sin pensar ni sopesar sus verdaderos y validos deseos y necesidades infantiles. Pensando desde la visión de los adultos, con más afán por disciplinar y regañar, que por compartir y dar amor. El amor visto como debilidad. La naturaleza infantil vista como un estorbo.
Y ahí comienza a cabalgar la presión sobre los padres, o por lo menos, sobre mí. La diferencia me pone un punto rojo en la frente cual tiro al blanco y si, como negarlo, me siento atacada, señalada, sin importar si cada comentario, frase, palabra o silencio, tiene otra intención. Y tengo que oír cada cosa, que a veces me provoca coger a mi hija y salir corriendo sin dar la más mínima explicación. La mayoría del tiempo lo manejo o lo evito, pero me incomoda. Y me molesta dejarme incomodar. Me irrita sentirme cuestionada como madre. No hay nada que me afecte más, sin importar lo convencida que estoy de la crianza que intento llevar.
La situación entera me entristece, por cómo me hace sentir y por los niños en general, la gran mayoría criados sin mirada, sin empatía, sin ser considerados como lo que son, desde lo que realmente necesitan. Y no se me hace extraño que la mayoría siga la corriente, y crié con imposiciones y violencia, que eduque como fue criando, perpetuando los mismos comportamientos, convencidos de estar haciendo lo correcto. Por que cuesta mucho seguir otros caminos, cuestionarse y enfrentar los propios demonios. Cuesta lidiar con la presión, que viene de todas partes, en todo momento y de quién uno menos se imagina. Cuesta.. si que cuesta...pero a pesar de estos sentimiento, sé que vale toda la pena.