29 noviembre 2010

Decisiones y maternidad


Desde que nació Sara confirmé que no me quiero perder absolutamente nada de lo que pase en su vida. Es fascinante ver como esta pequeña que no hacia prácticamente nada recién nacida, ahora reconoce mi voz, mi rostro, se ríe a carcajadas y habla una jeringonza con la que sostenemos largas y profundas conversaciones. Mi bebe es una maravilla y es claro que cuando decidimos tenerla lo hicimos porque queríamos disfrutar de cada una de las pequeñas cosas que significan verla crecer. Como dice mi esposo "queremos ser papás 24/7". Yo más bien pienso que no es tan importante lo que queramos. Lo realmente importante es que Sara me necesita 24/7. Y en definitiva, si puedo, quiero estar con ella todo el tiempo que sea necesario.

Y ahí es donde surge la cuestión, porque muchas veces se puede querer mucho estar con los hijos tiempo completo, pero en definitiva no se puede. No todo el mundo puede dejar de trabajar, para contar con el tiempo. Si, porque la cuestión es de tiempo. Tiempo para estar con ella todos los días. Y no sólo tiempo de calidad sino tiempo en abundancia; para estar cuando diga su primera palabra, o este enfermita, cuando gatee o de su primeros pasitos. Tiempo para "estar" ahí, a su lado. Sobre todo ahora que es una bebé.
Por eso, cuando llegó el momento, la prioridad estaba clara y la decisión era más que obvia: renuncio por un tiempo y me dedico exclusivamente a Sara. Tengo que reconocer que aunque no fue una decisión difícil de tomar, sentí bastante nostalgia y un poco de dolor de estomago nervioso, porque disfruto la independencia que me da el trabajo y me encanta lo que hago. Sin embargo, no había nada más que pensar. Y así fue, en octubre renuncié a mi trabajo como Directora de Cuentas en una agencia, para dedicarme "full time" a ser la mamá de Sara. En ese momento me sentí valiente y afortunada. Sin embargo, a medida que compartía mi decisión con mis amigos y amigas, y con los amigos de mis amigos y amigas, y escuchaba 10.000 historias y situaciones diferentes, seguí sintiéndome afortunada pero ya no tan valiente.

Y es que, por lo menos en mi circulo social, son muy pocas las mamás que se pueden quedar con sus hijos más allá de los 3 meses reglamentarios de licencia. Simplemente no tienen opción, no pueden dejar de trabajar. Y, en mi opinión, dejar a tu bebé en casa con una niñera, así sea la mejor niñera del mundo, requiere de una gran dosis de valentía. Todas las mamás que salen a trabajar a diario y dejan a sus bebés al cuidado de otro, son mujeres valientes y admirables de verdad. Porque más allá de su voluntad afrontan el rol de mamás trabajadoras con amor, dedicación y entereza. Escuchando esas historias comprendí realmente lo afortunada que soy y entendí que mi valentía solo me alcanza para dejar a Sara con la empleada una hora al día, mientras voy al gimnasio.

Para terminar les enlazo este artículo de "Tenemos tetas" que seguramente les va a encantar, por que la lactancia es la mejor aliada de las mujeres trabajadoras!

25 noviembre 2010

Todo tiene sentido tres meses después

Mi princesa, como he decidido llamar a Sara, tiene ya 3 meses y 25 días. Increíble!!! Después de la crisis de estos primeros meses, que nada tiene que ver con la felicidad inmensa que siento cada vez que la veo, por fin me siento en mi piel otra vez. No sólo porque ya casi estoy en mi talla (he bajado10 kilos, y aun me faltan 5) sino porque estoy recuperando de a poco mi identidad.

Porque todo este cuento de volverse mamá es una real metamorfosis. Primero, cuando estás embarazada las hormonas hacen fiesta contigo. Por fortuna, nunca tuve mareos, ni vómitos ni antojos, sólo me dominó un sueño incontrolable hasta el último minuto. Sin embargo, de los cambios emocionales no me salve: te sientes vulnerable, supremamente sensible, frágil, extraña. Y claramente todo eso tiene que ver con las hormonas que vienen y van, y con los cambios físicos que estas experimentando.

Durante esos 9 meses, cada minuto que pasa eres literalmente otra.  Cuando te comienzas a acostumbrar a tu nueva figura, una semana después tienes otra: primero ancha sin barriga, luego una barriga de llenura y, luego, una barriga monumental, acompañada de toda clase de dolores nunca antes sentidos. Y entonces comienzas a tratar de imaginar cómo será tu vida cuando tu bebe nazca. Nada de lo que puedas imaginar se acerca a lo que serán esos tres primeros meses. Yo creo, -o más bien estoy segura- que pasamos por una verdadera crisis de identidad. No es que no estemos felices, sino que además estamos bastante confundidas. Y es que después de haber pasado por miles de cambios durante el embarazo y comienzas a tener tu vida ajustada a la barriga monumental, a los dolores de espalda y pelvis, y a tu “yo” embarazado, de un día para otro, pasas, de nuevo, a ser otra, una que no conoces y que nunca habías sido. Pasas a ser la mamá. Y, lamentablemente, para eso, en nuestra sociedad actual ni te preparan ni te acompañan, porque nos crían para ser hijas, profesionales exitosas, mujeres independientes, autosuficientes, educadas y bellas, pero no madres. Ya no contamos con esa valiosa red de mujeres (madres, tías, hermanas, abuelas y amigas) con la que nuestras madres y abuelas contaron en el pasado, y que era un fortín físico, emocional y espiritual, que te soportaba y te hacía más liviano el tránsito por esta etapa.

Ahora, por múltiples razones, validas o no, nos toca solas, con las uñas, con lo que podamos. Esperando que nuestro instinto aflore lo más pronto posible y nos llene de seguridad y tranquilidad, para capotear esta marea de sentimientos encontrados y cambios inesperados. Erróneamente esperamos, después de dar a luz, el día en que todo vuelva  la normalidad, en que todo vuelva a ser como antes. Y es que una cosa es decir y tratar de hacer consciente que la vida te va a cambiar y que la vida que conocías llego a su final, y otra muy distinta es vivirlo y asimilarlo.

Y el tiempo pasa y un día cualquiera entiendes que la vida, felizmente, te cambió para siempre. De nuevo comienzas a sentirte tú, a manejarte con propiedad en tu nuevo rol, a gusto con la mamá que eres ahora, y te reconoces nuevamente, cómoda dentro de tu propia piel.
Todo esto solo lo comencé a entender con unos textos de Laura Gutman que me gustaría compartir con ustedes. Estoy segura que también las llenará de luz y claridad como a mí. http://www.facebook.com/note.php?note_id=457979247206 y http://www.facebook.com/note.php?note_id=457980942206

22 noviembre 2010

La aventura estaba por comenzar...



Hola!!!! Después de darle mil vueltas consciente e inconscientemente, me encuentro escribiendo este blog. Y es que, aunque desde hace mucho tiempo, el ejercicio de escribir periódicamente me llamaba la atención, realmente nunca encontré la razón de ser de esa labor semanal, ni un tema que me pudiera mantenerme atada y apasionada en esta tarea. Ahora que soy mamá, sólo existe un tema para mí: la maternidad. Por eso, este blog se trata de mi vida como mamá primípara. De mis ideas, mis búsquedas, mis inquietudes procurando ser la mejor mamá que pueda para Sara. Entonces, quiero que mi primer post sea un pequeño párrafo que escribí 3 días antes de que naciera mi princesa Sara. Ahora, tres meses y medio después leo estas palabras y, definitivamente, la perspectiva ha cambiado radicalmente. Alcanzo a vislumbrar en ellas mi inocencia e ignorancia con relación a la maternidad y a la inhóspita pero maravillosa vida que me esperaba.

Esperando a Sara
Tengo 38 semanas. Durante todo del embarazo he pensado en escribir al respecto, pero sólo hasta ahora me decido. Esta ha sido una experiencia totalmente nueva y diferente. Nunca hubiera podido acercarme siquiera a lo que ha sido. Ahora estoy en la casa esperando el gran día. Los minutos son eternos, y seguro me faltan mil cosas por hacer, pero realmente, no se me ocurre ninguna. No duermo bien, pero más que por el peso e incomodidad de la barriga es por la ansiedad. Mi cabeza no para de pensar cómo será el parto, como me sentiré, como actuaré. Trato de visualizar poco dolor, mucho control…pero uno nunca sabe cómo va a reaccionar realmente. Mi mamá ya llego a acompañarme. Quisiera que Sara naciera ya porque ella solo se queda 10 días!!! Pero voy a aprovechar estos días de consentimiento solo para mí antes que nazca mi princesa. Increíble!!! Ya pasaron 9 meses, me parecieron eternos aunque ahora, desde esta perspectiva realmente parece poco tiempo.



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