Sara siempre tiene hambre de mamá. Sin importar si paso todo el día con ella o me ausento por unas horas o unos minutos, ella siempre quiere estar conmigo. Es un hambre permanente que nunca se sacia. Si bien es cierto, que juega sola hasta por 20 minutos y que al son de "recocha" se interesa en casi cualquiera, el hambre de mamá se le sale por los poros y, en mitad de esos periodos de tiempo, necesita acercarse, abrazarme, olerme, recargarse de mí. Tengo que reconocer que hay días en que tanta "hambre de mamá" me sobrepasa y tengo fugaces deseos de que le dé "hambre de papá" por un tiempo. Sin embargo, tengo que reconocer que no lo soportaría. Tengo que confesar que yo también sufro de una insaciable "hambre de hija".
Mi "hambre", aunque menos evidente, es igual de voraz que el "hambre de mamá" que padece Sara. Yo también necesito tenerla cerca; verla, besarla, observarla, disfrutarla. No un rato, sino siempre, todo el día y toda la noche, que se duerma en mi regazo después de una tetada, que me converse en su jeringonza indescifrable, verla aplaudir con emoción, detallar como agitar las manos de felicidad, examinar su rostro mientras duerme.
Estamos en medio de una especie de adicción benévola y mutua. Somos la prioridad la una de la otra. "Disfrutarnos", "vivirnos" todo el tiempo posible es nuestro único y perfecto interés. Llevamos pegadas, literalmente la una a la otra, casi 21 meses, ¿cómo puede ser de otra forma? Por ahora, no me imagino mi vida sin pasar casi las 24 horas del día, todos los días, al lado de ella. No puedo pensar en despertarme sin sentirla respirado a mi lado. Pasar tardes enteras sin ver su sonrisa, sin tocar su pelo, sin perseguirla para que no abra todos los cajones a su paso... y es evidente que ella tampoco se le cruza nada parecido por la mente. Soy consciente que ese día llegará, y, sinceramente no me preocupa demasiado que eso pase, siempre y cuando sea en su momento, sin separaciones abruptas, respetando sus tiempos y sus necesidades. Mientras, vivimos y disfrutamos esta "hambre" mutua, como si fuera el primer día, solo pensando en el hoy, sin imaginarnos que pasará mañana.
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Corriendo a los brazos de mamá. |