Por estos días la blogosfera maternal, puntualmente la española, ha estado revolucionada. Y aunque no soy de allá, ni vivo en la Gran Vía, me he encontrado absorta en el tema durante varios días. Todo comenzó el pasado domingo después del anunciado triunfo en la elecciones del Partido Popular (PP), cuando en medio de la celebración en un balcón, apareció doña Soraya Saénz de Santamaría. Para un espectador cualquiera, este simple hecho hubiera pasado totalmente desapercibido. Pero para muchas mamás españolas que luchan por una baja maternal justa y respetada por empresarios y sociedad, y por unas políticas adecuadas de conciliación trabajo-familia, el hecho de que este personaje público (y ahora en el poder), apareciera tan campante en la celebración, habiendo dado a luz hace tan solo 15 días, ha sido como un baldado de agua fría en pleno invierno. La indignación a crecido aún más cuando después se conoció que además, ha renunciado a su licencia de maternidad para asumir la responsabilidad de ser quien realice el traspaso de poderes entre en gobierno saliente del PSOE y el entrante del PP. Lo cierto es que la discusión está servida. Y, la polarización a la orden del día. Las opiniones al respecto abarcan todos los tonos y colores. La mitad, la condena y la otra mitad, la absuelve. Casi todos con los mismos detalles y la misma información, la excusan tranquilamente o la condenan a muerte. Para unas es una "mala madre" que además de dejar a su bebé cuando más la necesita, da un pésimo ejemplo al no tomarse, por lo menos, los días obligatorios de baja maternal a los que tiene derecho. Para otras es un ejemplo de mujer, que tiene claro que algunas oportunidades solo se ven una vez en la vida y que, lamentablemente para su bebé, la oportunidad de su vida le ha llegado ahora que acaba de convertirse en mamá, y por nada del mundo la puede desaprovechar. Al parecer todo el tema se reduce a dos bandos. No existen, termino medio en la discusión. Los grises pecan, una ve más, por su ausencia. Y, para mi, desde el otro lado del mundo, este es un tema de grises. Si, de grises, de términos medios, de tolerancia, de respeto, de verdadera conciliación.
Por una parte, y haciendo de abogado del diablo, más allá de las fotos de doña Soraya en el balcón celebrando el triunfo de su partido y el anuncio de que será la encargada de la transición, no sabemos nada. De esos simples datos, parte toda suerte de especulación al respecto. No sabemos cuál es su sentir, cuál es su situación, qué piensa su marido, cómo va a ser su reincorporación, cómo piensa manejar su día a día... en fin, no tenemos ningún otro detalle que nos de luces de que es lo que realmente pasa por su cabeza, ni de si se sintió obligada o no tuvo otra opción (aunque yo soy de las que piensa que si sabes lo que quieres, siempre tienes opciones). Por lo tanto, es un poco ligero juzgar su decisión (si es que tenemos derecho a hacerlo). Por la otra, creo que lo importante de todo este tema es poder garantizar que las madres y padres tengamos opciones reales para elegir, libremente, con conocimiento y sin presión, como deseamos organizar nuestra vida laboral y familiar. Desde ese punto de vista, cualquiera de las decisiones que tomemos deben ser validas y respetables. Tanto la de la mamá que desea dedicarse 100% a sus hijos (como yo), como la de la que prefiere ceder su tiempo de baja al papá para regresar al trabajo cuanto antes, así como la de la que quiere trabajar sólo medio tiempo para estar con su familia el resto del día. Cada familia es un mundo, así que cada quien vera que le horma mejor.
Pero también es cierto, que independientemente de que cada decisión sea personal, valida y respetable, cada una tiene implicaciones muy diferentes. Decidir una u otra cosa, ni es lo mismo, ni es igual. El hecho de que se tenga la posibilidad de escoger volver al día siguiente al trabajo después de haber dado a luz, no quiere decir que sea lo mejor para mamá, bebé, familia y sociedad. Y aunque cada quien tiene derecho a decidir que hacer y a tener opciones, que es por lo que se lucha al final, claramente lo deseable sería que a ningún bebé se le negará este periodo de fusión con su mamá, de extero-gestación, que también es su derecho. Sin duda, la carencia de este periodo de maternaje, al final, termina pasando factura. No solo al bebé, sino también a la madre, a la familia y a todos y cada uno de nosotros, como sociedad.
Para mi, lo único claro al final, es que todo este asunto de las decisiones de la futura ministra pone en evidencia que la conciliación es un tema que tiene que comenzar con un cambio de mentalidad de todos. De los que nos dirigen, de nuestra familia, de nuestros esposos, de nosotros mimos. La idea de que podamos llevar y disfrutar de manera equilibrada nuestra vida profesional y familiar es, sin duda, inmensamente revolucionaria. El equilibrio, como siempre, es una virtud difícil de conseguir pero absolutamente necesaria. También creo que la ministra perdió una oportunidad de oro, para potencialidad su situación como madre reciente y mujer en el poder. Su situación era perfecta para demostrar, con detalles como llevar a su bebé en un fular, que ella y su partido están realmente conscientes y conectados con la conciliación familiar. Que lástima que nadie, ni siquiera ella, lo hubiera visto así.
Por ahora, independientemente de las decisiones que tomen los demás, hay que seguir luchando por una verdadera conciliación, por tener opciones para ser mamás si queremos, para trabajar si es lo que deseamos, para compaginar las dos cosas de la mejor manera, si es lo que necesitamos. Reivindicando nuestros derechos como mujeres, como madres, como profesionales, pero sin sobreponerlos a los derechos y necesidades de nuestros hijos. Es imposible pretender que todos sientan y vivan la maternidad paternidad como nosotros. Si queremos respeto, primero debemos manifestarlo respetando las decisiones de los demás así no la compartamos. Así pensemos desde nuestra perpectiva, que no son correctas, que son erradas y equivocadas. Así sepamos que ni es lo mismo, ni es igual.