28 mayo 2014

Treinta y cinco


Mañana cumplo años. 35 años para ser exacta. Y tengo que reconocer que me aterroriza un poco crecer y volverme mayor. No por las arrugas, ni por los kilos de más o las canas. No. Más bien por el tiempo que pasa tan rápido, por la vida que avanza y que, con el tic tac del reloj, se acorta.

Me parece que la vida es muy corta. Eso es lo único que pienso desde que, hace unas semanas atrás, caí en cuenta de que ahora sí soy una mujer adulta. Ya no tengo que jugar más a ser adulta. Resulta que ahora sí lo soy, lo siento y sé que lo soy. Y con esta adultez, a la que aún no me acostumbro y que, irónicamente, me parece bastante prematura, llegan claridades y certezas inesperadas, dudas y anhelos ocultos, deseos de explorar y de arriesgarme, ganas de vivir con más intensidad, simplemente por que la vida es un milagro inmenso y finito.

Así que la víspera de convertirme en una mujer de 35 años, con la pensadera activada y el corazón pleno, tengo solo razones para celebrar, para recordar, para avanzar, para crecer, para seguir sintiendo con intensidad, para llorar, para sufrir, para darlo todo, para ponerme al límite, para descubrir, para ser la de siempre, para ser mucho más, para disfrutar, para fracasar, para sufrir, para hacer solo lo que quiero, para obligarme a hacer lo que debo, para sorprenderme, para añorar, para bailar y cantar, para aprender, para enseñar, para desear, para amar, para vivir. Para ser quien quiero ser. Para ser feliz.

Felices 35 a la mujer que soy y a la mujer que fui.

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09 mayo 2014

La tormenta


La lluvia nos acompaña a diario estas dos últimas semanas. La lluvia y también la tormenta. Y hace dos días, después de llegar a casa, se desató una muy fuerte, llena de relámpagos y muchos truenos que te asustaron. Nunca habías visto nada igual. Y fue extraño verte decir que sentías miedo. Fue extraño verte miedosa cuando normalmente eres una niña temeraria, que no mide, que se abalanza. 

Entonces decidimos sacarte de donde estabas, subir la cortina y asomarnos contigo a la ventana. Decidimos ayudarte a descubrir la tormenta, a conocerla, a hacerla tu amiga, para despertar a la belleza de esa furia desaforada, a la armonía en los truenos, al brillo de la luz que salía de repente del cielo, luz mágica que te hacía brillar e iluminaba toda la casa. 

Y aprendiste que existe el miedo, y no tuviste reparo en decirlo. Pero también descubriste que sentirlo está bien y es natural. Y que más allá del miedo hay montones de cosas por vivir y disfrutar. Más allá del miedo esta la sonrisa, el asombro, el disfrute simple, el conocimiento, la magia. El miedo es la frontera interna que nos separa de todo eso. Una frontera personal a la que solo nosotros le damos poder. Una frontera que no es más que una invitación a crecer, a vencer, a movernos, a tomar decisiones.  Descubriste que tiene un sabor agridulce, y que dependiendo de lo que hagas, éste se torna dulcísimo y nos permite disfrutar al máximo la vida. 

Descubriste el miedo y lo venciste. Y luego la atormenta se convirtió en una fiesta, llena de risas, esperando cada destello y cada trueno, contando las gotas de lluvia, imaginado un lago inmenso en medio de la calle, los tres juntos, mirando a través de la ventana.  

Descubriste lo que realmente es el miedo... y de paso, en el momento más indicado, me ayudaste a recordarlo.

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01 mayo 2014

Aniversario del destete

Si la memoria no me falla acabamos de cumplir un año del destete de Sara. Un año ya paso sin que nuestro vinculo este mediado por eternas tetadas en las noches o al medio día, cuando regresaba a casa a almorzar. En esos momentos no hablabas tanto, así que la lactancia era nuestro lenguaje. Y tengo que decir que era maravilloso.

Ahora, un año después eres otra. Eres una persona que dice exactamente lo que quiere, y nuestro vínculo, aunque fuerte, es distinto, es otro. Ahora me dices sin reparo que te sientes "ansiosa" o triste, que me extrañas y que no te quieres separar de mi. Que odias que mañana no sea domingo y que quieres dormir a mi lado, que necesitas más besos y un par de fuertes abrazos. 

Ahora, a pesar de que hace más de un año que no lactas, aún te emocionas cuando me ves desnuda. Es como si mi pecho al descubierto te trajera los mejores recuerdos. Se que tienes los mejores recuerdos. Y sonríes, y no te resistes. Y los acaricias, les hablas, les dices que los quieres, te sumerges en ellos, con una mirada llena de felicidad y electricidad, la misma mirada cómplice de los primeros años. 

Para ti, mi pecho no es mío, sigue siendo tuyo. 

Y tengo que decir que ahora también es maravilloso.


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