Todo este cuento de la crianza y maternidad con apego llego a mí después de que nació Sara. Siempre tuve claro que quería ser una mamá real para mis hijos, es decir, la persona que los acompañe, los atienda, los consuele, los sostenga, la mayor parte del tiempo. De hecho ahorre mucho para que el tema económico no fuera un impedimento para dedicarme a ellos 100%. Sin embargo, (como a todas, creo) los sentimientos de ser mamá por 1era vez me tomaron por sorpresa. Me prepare para todo, menos para la avalancha de emociones. De hecho, no sabía que eso me sucedería y que, de alguna manera, podría haberme preparado.
Entonces, un día, más o menos, un mes después de que Sara naciera, en medio de mil sentimientos desconocidos, preguntas e incertidumbres sobre lo que me pasaba y estaba haciendo, me tropecé con un artículo que describía claramente el estado del alma que estaba viviendo, que me invitaba a hacerle caso a mis instintos, que me decía que "la maternidad es un periodo de crisis, de cuestionamientos profundos, de dolor mezclado con alegría, pero, esencialmente, es un enfrentamiento con los lugares femeninos más arcaicos y desconocidos"*. Tropezarme con las palabras de Laura Gutman dibujo una sonrisa de identificación en mi rostro. Ese montón de energía femenina desorganizada que me abrumaba, tenía un orden y un sentido. Comencé a leer como loca todo lo que me encontraba en la red al respecto. Solo me preguntaba, "¿por qué no lo vi antes?, y buscaba un artículo más, un blog más, un contacto en twitter de otra mamá que hablara del tema y compartiera su experiencia conmigo...sin saberlo, buscaba una tribu.
Y es que "dicen que para criar a un bebé hace falta toda una tribu, y eso tiene mucho de cierto". Toda mamá necesita un círculo cercano de soportes que le den una mano con su bebé y con todo el devenir de lo que significa se madre. Un círculo natural en la época de mi abuelita (compuesto de tías, primas, hermanas, abuelas y amigas), pero que mi generación no conoce -porque prácticamente no existe- ni sospecha que necesita.
Al momento de nacer Sara, no tenía una tribu. Hoy puedo decir que, virtual y presencialmente, ya se compone de varios miembros. La lista no es muy larga (y espero siga creciendo) y la encabeza mi esposo que orgulloso la duerme, la consiente y la carga, para que yo me bañe, almuerce o simplemente descanse. Luego esta Nelsy, mi empleada, que se queda con Sara a diario para que yo pueda ir al gimnasio, mientras ella le canta amorosa mil canciones de cuna. El 3er puesto lo ocupa mi mamá, que aún viviendo a más de 1.000 km de distancia nos visita casi todos los meses y le parece el mejor plan quedarse complacida una noche con la bebé, si queremos salir a comer o tenemos un compromiso importante. La sigue muy de cerca María del Rosario, mi cuñada, que se desvive por Sara como nadie y que, gustosa, me acompaña tardes enteras a lidiarla en forma, en su casa o en la mia. Luego sigue mi tribu virtual (la de twitter y la de facebook). Todos los que sigo y me siguen, que me leen y leo, que me conversan y comentan, que me preguntan y a quienes acudo en busca de respuestas. Todos me nutren emocionalmente a diario, apoyandome desde donde están, diciéndome lo que necesito oir en el momento preciso, y confiándome sus propias historias de amor y crianza.
Ahora esta es mi tribu, y me siento absolutamente afortunada de contar con ella. ;)