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15 enero 2013

La niña que habla

Sara, eres una niña que habla, que habla mucho, cada día más claro y alto. Hasta hace un mes solo decías algunas palabras, repetías sonidos y pronunciabas discursos que solo tu entendías. Ahora, nos hablas a mí y a tu padre, nos pides cosas, opinas y reclamas como siempre, pero además con palabras. Te escucho a diario, y no puedo más que sentirme maravillada por tus razonamientos, por tus expresiones, por como ésta habilidad lingüística se apodera de ti a la velocidad del rayo, haciéndote más grande, volviéndote un ser con pensamiento y opiniones propias.

No se si te has dado cuenta pero tu nueva y eficaz herramienta de comunicación ha llegado acompañada de muchos otros regalos. Uno de ellos es tu habilidad para cantar. Por que ahora no tarareas, ahora cantas, cantas mucho. No solo las canciones infantiles que escuchas hace rato y que te sabes de memoria, sino también tus propias canciones, las que se te ocurren, las que te nacen en honor a tus muñecos, a la teta, a tu jardín, a las palomas y al pájaro carpintero. Y yo muero de asombro mientras te escucho, mientras observo tu capacidad para mezclar melodías, para entonar, para llevar el ritmo, para corregirme la letra cuando la memoria me falla, o cuando simplemente quieres que cante contigo tu versión editada.


Pero tal vez el regalo más hermoso que ha llegado con las frases hiladas y bien armadas, es la posibilidad de conversar. De preguntarte cosas simples (o complicadas) y tener una respuesta. De disfrutar de tus salidas y de las expresiones de tu cara. De ver como cuentas tu día como si fuera una historia de alguno de los cuentos que te gusta que te lea. Disfrutando que podamos intercambiar ideas, que me expreses con una sonrisa espléndida que te gustó el almuerzo, o que fuiste al parque y te caíste, o que querías chocolate pero se acabó. Amo cuando vienes a mi con cara de acontecimiento y te quejas, porque querías subirte en un mueble y tu papá no te dejo, o porque no encuentras a Samby o porque cualquier otra cosa más. Amo como a través de la oralidad podemos compartir en otro nivel, conectarnos más, entendernos mejor, conocernos a profundidad. Adoro esta nueva etapa. Adoro que seas una niña que, por fin, habla.

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30 diciembre 2012

La presión

La presión me está enloqueciendo. Por mucho que trato de ignorarla, ella parece ser más fuerte que yo y, sinceramente, ya no la soporto. Me persigue día y noche, sin darme 5 minutos de tregua. Y yo la esquivo sin suerte, tropezándomela de frente, en forma de "y, ¿cuándo la van a educar para que vaya al baño?", "¿y hasta cuándo la teta?", "¿ y, aún duerme con ustedes?", y me cuesta sonreír, ignorar, explicar, justificar lo injustificable, entender. 


Tal vez "entender" es lo que más difícil se me hace. Por que no me cabe en la cabeza este afán que le cae al mundo entero porque los niños crezcan a destiempo, por someterlos a la voluntad egoísta de los adultos, convencidos de que es lo mejor para ellos, sin cuestionarse, sin tratar de empatizar, sin la más mínima gana de dejarlos ser, considerando sus tiempos, dejando que se descubran así mismos, tratando de  meterlos en un molde sin pensar ni sopesar sus verdaderos y validos deseos y necesidades infantiles. Pensando desde la visión de los adultos, con más afán por disciplinar y regañar, que por compartir y dar amor. El amor visto como debilidad. La naturaleza infantil vista como un estorbo.

Y ahí comienza a cabalgar la presión sobre los padres, o por lo menos, sobre mí. La diferencia me pone un punto rojo en la frente cual tiro al blanco y si, como negarlo, me siento atacada, señalada, sin importar si cada comentario, frase, palabra o silencio, tiene otra intención. Y tengo que oír cada cosa, que a veces me provoca coger a mi hija y salir corriendo sin dar la más mínima explicación. La mayoría del tiempo lo manejo o lo evito, pero me incomoda. Y me molesta dejarme incomodar. Me irrita sentirme cuestionada como madre. No hay nada que me afecte más, sin importar lo convencida que estoy de la crianza que intento llevar. 

La situación entera me entristece, por cómo me hace sentir y por los niños en general, la gran mayoría criados sin mirada, sin empatía, sin ser considerados como lo que son, desde lo que realmente necesitan. Y no se me hace extraño que la mayoría siga la corriente, y crié con imposiciones y violencia, que eduque como fue criando, perpetuando los mismos comportamientos, convencidos de estar haciendo lo correcto. Por que cuesta mucho seguir otros caminos, cuestionarse y enfrentar los propios demonios. Cuesta lidiar con la presión, que viene de todas partes, en todo momento y de quién uno menos se imagina. Cuesta.. si que cuesta...pero a pesar de estos sentimiento, sé que vale toda la pena. 

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06 diciembre 2012

El poder del silencio

Me cae como anillo al dedo. Así que imposible no compartirlo. Seguro a muchos de ustedes también les resonará en los oídos. ;)



El silencio es una invitación a la experiencia directa. 
Sin palabras de por medio. Desplegados en el eterno ahora.
Este es el idioma preferido por los recién nacidos, y desde que eras un bebé lo conoces - aunque lo hayas olvidado.

En silencio, puedes sentir tu Guía Emocional más claramente. Puedes escuchar tus pensamientos, y elegirlos más deliberadamente. ¡Diez segundos de silencio pueden transformar una conversación!

Hoy en día, a medida que interactuas con los niños y con otras personas, observa cuánto tiempo puedes pasar sin hablar. Haz un juego de esta tarea:

  • Habla menos, pero comunícate más - sin palabras pero intuitivamente.
  • Utiliza el lenguaje corporal y el tacto, en lugar de palabras.
  • Cuando tengas una pregunta, trata de "sintonizarte" con la respuesta en lugar de preguntar.
  • Si suena el teléfono mientras estás "en la zona ", ignóralo.
  • Boca: cerrada. Corazón: abierto.

El objetivo de este juego es divertirse descubriendo el montón de comunicación que es posible sin palabras - "sintiendo" las cualidades de la presencia y la conexión más allá de lo verbal.

Un pensamiento más:
El silencio ES un sonido, al igual que cero ES un número. No es nada. 
Cuando estás realmente presente, el silencio puede decir mucho más que las palabras.

The power of siliencpor Scott NoelleTomado de Enjoy Parenting.

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17 agosto 2012

Hacer el bien no alcanza

                                          Source: oprah.com via Gennia on Pinterest

Flor, tu comentario en mi anterior entrada me ha hecho pensar y mucho. Lo he leído una y otra vez, y cada vez que lo leo, me hace más sentido. Quiero decirte que tienes razón. Y aunque es necesario aclarar que no soy tan cercana a mi amiga de la historia, creo que ese hecho no es razón suficiente para guardar silencio. Como dices en tu comentario, es hora de comenzar a meternos, de decir, con respeto pero en voz alta, lo que creemos con relación a la crianza de los niños, por ellos y por nosotros. 

He tratado de identificar porque me quede en silencio. Por que sentí miedo de decir lo que debía decir. Y comencé a recordar otros episodios en los que he actuado de manera parecida. Momentos en los que Sara me pide teta frente algunos amigos y siento pena; conversaciones en las que evito el tema del colecho porque me da "jartera"; momentos en los que calló cuando alguien, con la mejor intención, habla de lo "manipuladores" que son los niños, incluida mi hija. 

Y después de pensar y buscar en mi cabeza y corazón, he llegado a la conclusión de que, tal vez, de alguna manera, soy una madre con "doble" personalidad. Tal vez soy una mientras escribo en este blog y estoy en la intimidad de mi casa, y otra, no tan pública y arrojada, cuando estoy en otros espacios diferentes. O tal vez es que se me había olvidado que a veces me cuesta decir lo que pienso por miedo a generar conflicto o a sentirme juzgada; o que desde pequeña e odiado ser la niña diferente y aún, inconscientemente, me cuesta entender que todos lo somos, de una u otra manera, y que no hay nada de reprochable en ello. 

Lo cierto es que este episodio y tus palabras no sólo me han calado hondo, sino que también me han hecho caer en cuenta que tenemos que comprometernos mucho más, como tu dices, y visibilizarnos. Tenemos que abrir la boca y hablar de la crianza de nuestros hijos, siempre que haya oportunidad, en todos los espacios, respetuosamente pero también alto y fuerte, para lograr el mayor alcance posible, para que lo bueno que hacemos tenga un eco más allá de las 4 paredes de nuestro hogar. Nuestra responsabilidad va más allá de las fronteras de nuestra casa. Como bien dices, "hacer el bien no alcanza, hay que impedir que se haga el mal". No es una opción, tenemos que hacerlo. Me comprometo a hacerlo.

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25 junio 2012

Arita

Ad portas de los dos años, la media lengua de Sara se aclara un poco y toda clase de palabras comienzan a salir de su diminuta boca. Titi (Mickey), atón (ratón), Mimi (Mini), agua, taxi, gua-guau (perro), cato (gato), son algunas de sus favoritas. La explosión del lenguaje ha llegado y con ella, un afán irrefrenable de escucharlo y repetirlo todo, una y otra vez. 

Tengo que reconocer que yo estoy maravillada. Me encanta verla. Me descubro concentrada observándola, detallando, sus ademanes, adivinando sus palabras. Escuchando lo que dice con esmerada atención, con placer y profundo gusto. Descifrando sus conversaciones, que quiero grabar y que, para mi, están llenas de magia. Sintiendo una mezcla de orgullo y profunda ansiedad, por que saber que palabras, frases y oraciones llenas de sentido y significado muy pronto van a enriquecer nuestra relación, me emociona y me llena de ilusión.

Ella, por su parte, parece también cautivada, descubriendo día a día, de manera progresiva, sus nueva habilidades comunicativas. Por eso, no es extraño ver la acurrucada hablando sola mientras hace caras y agita las manos, repitiendo ademanes nuestros. O escucharla como pronuncia pequeños discursos a sus muñecos, mientras los acomoda en la cama, los besa y los arropa. O descubrir de repente, que ya sabe contar sola del 1 al 10. O derretirse de amor mientras intenta cantar la canción que ha escuchado mil veces en el televisor. O escuchar que a veces no dice "mamá" sino "aina" (Zarina) y que llama a su Papa diciendo "Ven Pabo, ven", y que cuando le preguntas: ¿tu como te llamas?, ella simplemente contesta: "Arita". 


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