Intento fluir y parece que mientras más lo intento, más difícil resulta. La verdad es que no se como sincronizar mi ritmo con el ritmo de mi hija. Ella va a una velocidad distinta, con unas energías enormes. Yo ya no tengo 15 y la mayoría del tiempo libre quiero estar con ella pero en un plan más pausado que, por supuesto, no le llama para nada la atención. Resultado: no fluímos. Más bien vamos transitando el mismo camino pero a destiempo, tropezando, asincrónicas, con enfoques encontrados.
No sé que pasó, o más bien si: Sara creció y ya no es la misma niña tranquila, fácil de complacer y entretener. Y es que hasta hace tan poco no era así. Hace nada estábamos sumergidas en una época de perfecta sintonía. De conexión completa. De oxitocina fluyendo libremente por nuestro sistema, de éxtasis pleno, de tiempo sin tiempo..... añoró esa época... creo que ambas la añoramos.
Pero el tiempo ha pasado y ahora las cosas son radicalmente diferentes. Ella ha crecido y cambiado tanto, que creo que no lo he podido asimilar realmente. Adoro su personalidad, su carácter, su voz, sus discurso, su lenguaje, su energía. Pero tengo que decir que al mismo tiempo también lo detesto un poco, por que todo eso que me emboba, que la hace única y adorable, nos lleva también directo al conflicto. Y todo se junta: el cansancio, la frustración, el desespero, "su deseo" versus "mi deseo". Una bomba atómica. Y así, nuestro mundo no fluye para nada.
Y estamos agotadas. Realmente agotadas de tratar de convencernos mutuamente, necesitadas del equilibrio restaurado, muertas de ganas de volver a hablar el mismo idioma, de disfrutar juntas con el mismo nivel de energía, con las mismas fuerzas y ganas, de volver a fluir como antes, de reencontrarnos.
Y me pregunto de donde puedo sacar energías y paciencia o sino es, simplemente, un tema de entrega, de recibir y de dejar de luchar. De entender que no todo va a ser como ha sido hasta ahora, de recibir el cambio, de aceptar y amar el presente, de vivir la incomodidad con comprensión infinita, de entregar la batuta y confiar.
Me pregunto mucho y espero encontrar pronto una buena respuesta.
Esa es la vida, cuando creíamos que la tempestad había pasado, resulta que ni siquiera había comenzado... ¡ánimo Zary! aquí se respira amor y eso no se va a acabar, sólo necesitamos adaptarnos...
ResponderEliminarCierto!!! me impresiona como la maternidad es una maratón que pone a prueba nuestra capacidad de cambio y adaptación. Un beso gigante!!
EliminarEstoy en la misma etapa, con tormentas y pisosmojados y algunas veces con pastos escurridos y un poco de sol. No es fácil y, creo, tú lo has definido de un modo exacto: su deseo o mi deseo. Quizás debamos encontrar el deseo muto (¿estar felices, tranquilas?) e intentar encontrarnos allí, conscientemente. No sé si funciones, pero ahora que lo escribo y pienso voy a intentarlo. Ya sabemos que en cualquier caso amanecerá de nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo,
A.
Me encanta tu propuesta de encontrar un deseo mutuo, un punto de encuentro que compartamos, en el que podamos ser felices todos, sin que haya vencidos ni vencedores. Prometo intentarlo también. No creo de hecho que tengamos más ni mejor alternativa que esa. Un abrazo!!
EliminarEso es puntos medios, deseo mutuo y como lo dices Zary, fluir, adaptación, pero sobre todo no empeñarse en hacer las cosas a nustra manera, a veces sin querer, entramos en una competencia sin sentido con nuestros pequeñitos!!! Besos
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