Pasan los días y sigues aquí. No me molestas, de hecho a menudo alegras mis días trayendo recuerdos que no quiero olvidar, cosas que ya abría archivado si no estuvieras. Pasan los días y sigues aquí. Algunos días más presente, otros ligeramente perceptible. He leído que es normal - aunque inusual- que no hayas desaparecido, y me pregunto, si no será que mi mente o mi añoranza de otras épocas es lo que te mantiene viva y fluyendo en mis pechos.
Pasan los meses y la verdad es que estoy tan acostumbrada a tenerte conmigo que casi olvido que a pesar de que Sara no mama, continuas produciéndote dentro de mi. Y, pienso, ¿por qué sigues acá?, ¿cuanto más durarás?, ¿qué tengo que aprender?, ¿qué me quieres enseñar? Y te siento y lo sé.
Si recapitulo, tengo la certeza de que ahora te conozco mejor que antes. Y a través de esta observación inconsciente de ti, he descubierto como cambias con mi ciclo, como estás viva y como mi cuerpo acoge tu vitalidad y se nutre de ella de mil maneras distintas, en cada momento del mes. Como haces crecer el volumen de mis curvas, como a veces eres clara y otras, espesa, aceitosa y mucho más oscura. Estás tan viva. Y ese sentimiento me confirma mi propia fuerza, haciéndome sentir viva, útil, fértil.
Pasa mi vida, nuestras vidas y sigues aquí. Y no tengo idea de cómo será cuando no estés. De cómo sentiré tu vacío después de que has ocupado tanto espacio físico y emocional en mis días. Por que no estarás para siempre, no necesitas estar para siempre. Así que disfruto y trato de entender lo que me regalas, hoy, ahora, aquí: conexión conmigo misma, conversaciones con Sara que antes eran imposibles, conocimiento de mi cuerpo, de su poder, de nuestro maravilloso poder.
Gracias por llegar, seguir aquí y permanecer el tiempo necesario.
Forma parte de tí, de tu naturaleza, de tu ser mamá. Un trozo de tu existencia en formato líquido. Bello, como todo lo que escribes.
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