El domingo pasado, que estuvo muy movido por cierto, Sara se acostó inusualmente temprano. Tipo 5:30 de la tarde pidió pijama, cena y ella solita se arrunchó en la cama para caer profundamente de inmediato. 11 horas después de sueño profundo, ya estaba despierta y enérgica. 11 horas después eran la 4:30 de la mañana, y mientras yo estaba en lo más profundo de mi descanso, (me acosté rozando las 12 de la noche), una vocecita me despertaba y me decía que quería jugar y desayunar y hablar y ver tele y leer cuentos y jugar con la pelota y tomar cafecito y hablar sin parar.
Yo, zombie y muerta de sueño y cansancio, solo atinaba a decirle que era de noche, que había que dormir. Ella, con una voz decidida y llena de ganas, insistía e insistía con toda la voluntad del mundo, sin escucharme en lo más mínimo. Al principio pensé que era cuestión de unos segundo para que se volviera a dormir, pero no. Ella estaba totalmente descansada y lucida, y con ganas de comenzar el día en medio de la noche. Yo, en cambio, hecha una piltrafa humana solo atinaba a contestarle con monosílabos y a decirle: "Si. No. Es hora de dormir".
Así pasaron unos pocos minutos (que parecieron largas y tortuosas horas) y mi paciencia, la poca paciencia que tengo en esas circunstancias a las 4:30 a.m, se consumió en un santiamén. Y el monstruo, ese que vive en mí, ese que también soy yo, se despertó furioso, y asomó la cabeza altivo, alzando la voz, y con aire de superioridad y suficiencia, diciendo tajantemente: "No más Sara!!!!! No más!!! a dormir!!! Ya es suficiente!!!"
Así pasaron unos pocos minutos (que parecieron largas y tortuosas horas) y mi paciencia, la poca paciencia que tengo en esas circunstancias a las 4:30 a.m, se consumió en un santiamén. Y el monstruo, ese que vive en mí, ese que también soy yo, se despertó furioso, y asomó la cabeza altivo, alzando la voz, y con aire de superioridad y suficiencia, diciendo tajantemente: "No más Sara!!!!! No más!!! a dormir!!! Ya es suficiente!!!"
Y mi hija, esa pequeña que en pocos días cumple 3 años, en lugar de ponerse a llorar o armar pataleta como hubiera sido normal, llena de calma y muy lúcida, me puso la manito en la cara para decirme de manera pausada: "Ten paciencia mamá, ten paciencia". Y fue como si de repente se hubiera hecho la luz. Sus palabras simples y sencillas dieron justo en el blanco, así de la nada, con una simpleza que parecía magia y que me tocó el alma.
Después simplemente la abrace y ella, como habiendo terminado una misión importante, no hablo más y se durmió. Yo en cambió no pude pegar el ojo de nuevo. No pude dejar de pensar en su sabio consejo, en que su respuesta llena de luz, es quizá la respuesta a muchas de las preguntas que me hago ahora, en cómo me ve tal y como soy, sin disfraces ni máscaras, en cómo es mi mejor maestra cada día que pasa.
Después simplemente la abrace y ella, como habiendo terminado una misión importante, no hablo más y se durmió. Yo en cambió no pude pegar el ojo de nuevo. No pude dejar de pensar en su sabio consejo, en que su respuesta llena de luz, es quizá la respuesta a muchas de las preguntas que me hago ahora, en cómo me ve tal y como soy, sin disfraces ni máscaras, en cómo es mi mejor maestra cada día que pasa.
Me encantó este post :) Sara es lo máximo!
ResponderEliminarLa luz de su sabiduría no es más que la mejor guía!!!
EliminarQue post tan genial!! me encantó!
ResponderEliminarGracias!!!
Eliminar¡Haz dado en el clavo! es una maestra de vida, nosotros somos simplemente sus alumnas :)
ResponderEliminar¡que gran lección!
Y a veces no somos tan buenas alumnas ;S
EliminarSomos alumnas tercas, pero ellas son maestras insistentes
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