Entonces no basta solo con querer. En estas circunstancias, nuestra fuerza de voluntad y determinación no son suficientes. Necesitamos leer, investigar, rodearnos de otras madres, apoyarnos en nuestro esposo, en nuestra madre, en cualquiera que esté disponible y a la mano. Entonces, si contamos con suerte y con el sostén correcto, las cosas comienzan a marchar mejor. Y esa entrega, que nos parecía insoportable, que nos sumerge en un mundo de tinieblas y sin razón, comienza a ser deseable, disfrutable, necesaria.
Y comenzamos a comprender que la teta es mucho más que leche y que aunque nuestra motivación inicial para ejercer de mamíferas hayan estado basado en el montón de argumento científicos que corroboran la superioridad de la leche materna, la realidad es que dar teta es darnos en cuerpo y alma, es conectarnos con nuestros hijos para conectarnos con nosotras mismas, es comprender que nuestro poderío no radica en nuestra capacidad de razonar sino en nuestra increíble y única capacidad de sentir y de amar.
Amamanté a Sara 2 años, 8 meses y 1 semana. Y aún ahora, 4 meses después, mis pechos siguen goteando leche y mi alma se deleita en los recuerdos de todos los momentos mediados por este contacto especial, llenos de pura corporalidad, de piel, de miradas, de ser un solo ser con dos corazones latiendo al unísono.
Dar la teta a mi hija con libertad durante tanto tiempo ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado la maternidad. No solo por que el momento de estar juntas y conectadas era de por si único, sino por que el vínculo que construimos juntas a punta de teta y leche sobrevive fuerte e intacto aún ahora, que la teta ya no existe. Y ese vínculo nos salva, nos cobija, nos protege, nos mantiene unidas ahora y, estoy segura, que para siempre.
Dar la teta a mi hija con libertad durante tanto tiempo ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado la maternidad. No solo por que el momento de estar juntas y conectadas era de por si único, sino por que el vínculo que construimos juntas a punta de teta y leche sobrevive fuerte e intacto aún ahora, que la teta ya no existe. Y ese vínculo nos salva, nos cobija, nos protege, nos mantiene unidas ahora y, estoy segura, que para siempre.
Usted y Sara hacen de cada momento un poema a la vida y al amor
ResponderEliminarGracias bella!!
EliminarLlevo diez meses de feliz lactancia y es como dices. La información ha sido mi mayor apoyo y la transformación de mi yo es...sin palabras. No te miento, a veces, con lo organizada que privo ser, me doy a cuestas eso de dejar todo para dar teta...y sabes como es dar teta: pacificarse y olvidarse del mundo. Pero lo hago y siento que es un espacio único entre mi hijo y yo.
ResponderEliminarUna pregunta si me viene a la cabeza porque es algo que me retumba de vez en cuando: ¿Cómo fue tu proceso de destete? ¿Fue algo que programaste, o que induciste, o que fuiste haciendo paso a paso?
Hola Argénida. Mi proceso fue inducido. En ese momento mi hija prácticamente no tomaba teta de día, pero aún lo hacia de noche, a veces una vez, otras muchísimas veces. Aunque nunca llegue a sentir "agitación del amamantamiento" tengo que reconocer que estaba un poco agotada de la rutina de despertares, y sentí que era hora de pasar a otra etapa. Entonces comencé a hablar con ella y a decirle que cuando me pidiera teta de noche le iba a ofrecer un vasito con agua. No fue un proceso traumático aunque fue relativamente rápido. Eso no quiere decir que no me diera nostalgia dejarla y que no tuviera un periodo natural de duelo. Escribi un poco al respecto acá http://lamamadesara.blogspot.com/2013/06/2-anos-8-meses-1-semana.html
EliminarEn definitiva, fue un proceso más fácil de asimilar para ella, que para mi.
Un abrazo.
Gracias por contarme tu experiencia. Leí el post sobre tu destete. A ver como me va con Fernando cuando le toque, porque por ahora y a pesar de las caras de rareza que empiezo a ver, no estoy pensando destetarlo antes de los dos años.
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